LA PLUMA VIBRA IMPULSADA POR LA MANO FIRME QUE ESCRIBE AQUELLO QUE EN SU INTERIOR VIVE

LA TIENDA ROJA


Mis pasos se hundían en aquella arena
dejando mis huellas clavadas
para que alguien las encontrara.
Me dirigía a paso firme,
al lugar que aclamaba mi alma,
para que tras cruzar aquella puerta
mi ser recordara…
Crucé, paso tras paso,
aquel desierto dorado,
por el que únicamente transitábamos
mi alma y mis pies.
Mientras caminábamos,
unos sordos latidos,
podían escucharse por doquier,
algo estaba a punto de nacer.
Alcé el rostro,
el sol cegaba mi tez,
entonces la ví,
La Tienda Roja,
apareció ante mí.
No fue un espejismo,
fue como un oasis perdido,
donde abrazar todo el amor
que mi alma a la vida le entregó.
El latido se acentuó,
mis pasos se reafirmaron en el camino,
y yo palpitando,
miré de frente al astro
quien con un guiño me dijo:
hazlo,
descubre quien ha aguardado tanto tu presencia,
recuerda a la mujer sabia
que quedó oculta mientras…
tú lacerabas el alma
perdida y desorientada,
olvidadiza de todas tus bellas armas,
las que como mujer,
conseguiste vencer.
Entra y cúbrete de tu propia esencia.

Y así lo hice.

Me dirigí a la puerta
de la sencilla tienda de lona roja,
y entré.
La oscuridad y el silencio
fue todo lo que vi.
Silencio. Sentí.
Y ahí, en ese espacio sin credos
me permití vivir.
Los flujos de aromas y ungüentos,
los aires de loto e incienso,
se apoderaron entonces de mí.
Palpé, con manos certeras,
sanando heridas lacerantes,
de úteros anhelantes
de no más dolor.
Canté, alzando al cielo la voz,
recomponiendo las roturas de mi corazón.
Pedazo a pedazo,
tras versos y odas,
que fueron disolviendo
los duros recuerdos,
de los miles de abortos
y de los hijos muertos,
bailé.
Y lo hice con todos mis cuerpos,
con esos sensuales movimientos,
que fluyen de mi más arcana imagen de mujer.
Aquella que fue hecha con manos y barro
con pechos grandes y flácidos,
con caderas anchas para parir,
los miles de hijos que consiguieron vivir.
Si, hoy en la Tienda Roja,
puedo abrazar la belleza de todo lo que fui,
para levantarme tal que una sabia abuela,
que con cada arruga y cada pena,
hoy puede decir
que su magia es eterna
y que llegaron los tiempos de vivir
todo aquello que no me permití.
Ssshhhh
Escucho llegar a alguien,
siento una nueva presencia.
-         Encontré tus huellas – me dice alguien.
¿Quién eres? – le pregunto ignorante.
Soy yo, la Diosa interior.

Joanna Escuder
29-11-2017